La fiesta de Halloween suscita grande controversia para los cristianos. Unos sostienen que es una celebración a la muerte en la que un creyente no debería participar. Para otros, es simplemente una oportunidad de disfrazarse, decorar calabazas en familia y comer ‘chuches’. Sucede así también con el Camino de Santiago. Para unos, una simple ruta de senderismo cultural que incluso es ocasión de compartir el evangelio. Pero para otros, un logro espiritual de peregrinación por la ruta jacobea al lugar donde supuestamente yacen los restos mortales del apóstol Santiago.

Qué hacer ante estas u otras cuestiones puede no ser tan sencillo de responder. Diferentes factores o circunstancias podrían condicionar nuestra respuesta. Así sucede con muchas situaciones de la vida. ¿Qué pensarías de ir al cine, o beber una cerveza en el bar? ¿Podrías tomar el sol en la playa? ¿Y teñirte el pelo? ¿Puede un creyente ir a un concierto, o bailar, o ir al karaoke? Estas son áreas de la vida que en sí mismas no son pecaminosas porque la Escritura no las identifica como tales, pero que podrían llegar a serlo. Son áreas grises en las que la Biblia no presenta una prohibición expresa.

Qué debemos hacer en tales situaciones es un asunto de libertad cristiana. Esta misma pregunta se hicieron nuestros hermanos corintios frente a la carne sacrificada a ídolos. Algunos tenían el conocimiento de que los ídolos no son nada y que solo son dioses en la mente de quienes los adoran (1 Cor. 8:4-6). Pero para otros era una práctica pagana tan enraizada en sus mentes que comer de esa carne contaminaba sus conciencias (1 Cor. 8:7). El apóstol Pablo reconoce que dicha carne en sí misma no es pecaminosa (1 Cor. 8:8), pero que la participación de ella debe considerar al menos estas tres instrucciones.

  1. El límite de tu libertad

El error de algunos corintios y de muchos creyentes hoy es pensar que nuestra libertad cristiana no tiene límites: “Si la Palabra no lo prohíbe tengo absoluto derecho a hacerlo”. Pero un conocimiento soberbio y arrogante puede convertirnos en piedra de tropiezo para el hermano. Este conocimiento teórico es inservible, ya que el verdadero conocimiento produce amor, y el amor se encarga de limitar nuestra libertad.

El apóstol exhorta a sus lectores diciendo: “tened cuidado, no sea que esta vuestra libertad de alguna manera se convierta en piedra de tropiezo para el débil” (1 Co.r 8:9). Hemos de tener cuidado para que nuestra libertad o derecho de poder hacer o participar en algo no sea un obstáculo que haga caer a mi hermano. Mi participación no debe estimular a pecar a mi hermano llevándole a hacer algo que su conciencia débil considera pecado, ya que “el que duda, si come se condena, porque no lo hace por fe; y todo lo que no procede de fe, es pecado” (Rom. 14:23).

Debemos limitar nuestra libertad y así evitar destruir la obra de Dios en la vida de nuestros hermanos (1 Cor. 8:11; Rom. 14:20). No poner límites puede causar destrucción espiritual en aquellos por quienes Cristo murió, y pecaremos contra Cristo. Por esto, Pablo concluye y resuelve “no comeré carne jamás” (1 Cor. 8:13). Es decir, nuestra libertad debe ser restringida cuando por el contrario estamos siendo tropiezo al hermano.

  1. El peligro de tu libertad

En segundo lugar, nuestra libertad cristiana también puede llegar a ser ocasión de tropiezo para uno mismo. Esto sucede cuando participamos de algo que a priori es moralmente neutral pero nuestra involucración sin dominio propio nos lleva a pecar. Así puede suceder en un partido de fútbol de nuestro equipo favorito, y así advierte Pablo a los corintios contra la idolatría. Cuidado porque podemos llegar a estar participando de lo pagano. El apóstol dice: “no quiero que seáis partícipes con los demonios” (1 Cor. 10:20).

Hay situaciones a las que ningún creyente debería llegar, como por ejemplo insultos al árbitro u otros aficionados, o la embriaguez que muchos alcanzan en un bar, o los malos pensamientos que se promueven en diferentes ambientes donde reina la sensualidad. Allí donde no hay seguridad de dominio propio, cuidado con tu libertad porque puedes llegar a verte envuelto con los demonios (1 Cor. 10:21).

  1. El uso de tu libertad

¿Cómo debemos usar nuestra libertad cristiana? ¿Cómo saber si algo es bueno o malo si la Biblia no lo dice? Podemos agradar a Dios en lo que hacemos al responder a las siguientes cuestiones. En primer lugar, ¿edifica a mi hermano? Pablo exhorta para que “nadie busque su propio bien, sino el de su prójimo” (1 Cor. 10:24). Debemos esforzarnos en procurar el bien de nuestro hermano por encima del nuestro propio. Lo que es bueno para su edificación. Su beneficio es prioritario.

En segundo lugar, ¿lo permite mi conciencia? Mi conciencia es determinante para saber si debo o no participar de un área gris. Pablo exhorta a los corintios “comed sin preguntar nada por motivos de conciencia” (1 Cor. 10:25). Si mi conciencia no me acusa ni me condena, tengo libertad, porque todo lo que no proviene de fe es pecado. Ahora bien, esto no es una carta en blanco para hacer lo que quiera, sino en aquellas áreas grises habiendo considerado todo lo dicho anteriormente.

Conclusión

La vida cristiana está llena de situaciones en las que la Biblia no manda ni prohíbe nada específico. Son áreas grises que requieren de buen discernimiento espiritual para actuar de la manera que agrada a Cristo y honra Su Palabra. Este discernimiento evitará el legalismo y exaltará el evangelio por medio de entender correctamente cuál es nuestra libertad en Cristo.

David González

Autor David González

Pastor de la Iglesia Evangélica Teis en Vigo (España) y profesor adjunto del Seminario Berea en León (España). Tiene una Maestría en Divinidad de The Master’s Seminary. David está casado con Laura y tienen 2 hijas (Noa y Cloe).

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