Sea por los largos inviernos, sea por la despoblación, sea porque “cualquier tiempo pasado fue mejor”, lo cierto es que los leoneses tenemos la tendencia de ver el vaso medio vacío. De hecho, recuerdo a un querido hermano comparándonos con Eeyore, el burro gris más pesimista de la historia. Este burro, amigo del oso Winnie the Pooh, es capaz de espetar frases tales como: “nunca me hago ilusiones, así que nunca me decepciono”; o, “quizá sea una buena mañana, aunque lo dudo”.

Burradas aparte, la cierto es que al enfrentarse a la tarea de escribir acerca de la iglesia, a uno le viene a la mente el fantástico libro de Mark Dever: “Las Nueve Marcas de la Iglesia Sana”. Pero el leonés en mí pensó: “¿por qué no escribir lo contrario, e identificar nueve marcas de una iglesia enferma?”

Creo que Pablo tenía sangre de mi tierra, porque, precisamente, el Apóstol escribe a los corintios, no con el vaso, sino con un ¡barril medio vacío! Todo para para curar un gran número de dolencias que afectaban a esta congregación. Veamos nueve de ellas:

Primera Marca: desunión

Pablo ruega a los corintios que “no haya divisiones” (1 Cor 1:10). Realmente este era una enfermedad intensa en esta congregación. Pablo va a dedicar muchas palabras para intentar curar tal dolencia. Los partidismos subjetivos (“yo soy de Pablo, Apolos…”, 1:12) eran señal de una gran puerilidad espiritual que, en última instancia demostraba ignorancia ante un Dios que coloca a heterogéneos líderes en nuestras iglesias. El punto es, dice Pablo, que en medio de la diversidad, se trata de proclamar a (1:23) y gloriarse en Cristo (1:31). Mirar a Cristo, aprender de Él en Su Palabra por medio de tus líderes y no mirarnos tanto a nosotros mismos es lo que hace que la unidad sea preservada y la enfermedad de la desunión tenga cura.

Segunda Marca: inmadurez

Pablo continúa en el capítulo 3 hablando de la desunión. Pero ahora reprocha a los creyentes su falta de madurez. Les dice que son infantiles (3:1); intolerantes (v.2); carnales (v.3); y mundanos (v.4). Esta falta de docilidad a la Palabra es derivada de su orgullo. Orgullo por pensar que uno sabe mejor. Que no necesita ser enseñado por nadie. La cura ante esta enfermedad está en Cristo de nuevo. Pablo puso el fundamento espiritual de esa iglesia sobre el Señor de la iglesia: Jesús (3:10), y es sobre Él donde uno debe seguir creciendo en semejanza.

Tercera Marca: orgullo

Ya hemos hablado del orgullo. Pero este pecado era tan patente que merece una marca especial. El orgullo espiritual se expresaba en un conocimiento sin amor (8:1). Aunque el conocimiento es esencial, sin amor, no cumplirá el propósito divino. El orgullo divide. El orgullo individualiza y busca lo suyo (1 Cor. 13:5). El orgullo mira con desdén irracional al hermano y lo coloca contra el otro (4:6). El orgullo mira a la iglesia por lo que uno puede sacar de ella, por el beneficio que me puede dar, sin contar que Cristo te colocó allí para servir. La cura, dice Pablo, es ser necios por amor de Cristo (4:10). Si una iglesia está enferma de orgullo, la cura se encuentra en crecer en el conocimiento de Él para estar dispuestos a sufrir por Él para que el hermano gane.

Cuarta Marca: pasividad

La cuarta marca de una iglesia enferma se encuentra en la pasividad ante el pecado. Al parecer, en la congregación estaba teniendo lugar una relación incestuosa (5:21). ¿Qué hicieron? Nada.

Perdón, sí hicieron algo: “inflarse” (v.2).

Ellos sacaban pecho, se jactaban de modernos y tolerantes, y como resultado, no disciplinaban el pecado. Hace tiempo leía que Juan 3:16 ya no es el versículo más conocido entre los creyentes, ahora es Mateo 7:1. Bendito contexto que enseña que el cristiano debe juzgar… rectamente. Pero el (natural) mal entendimiento del juicio ha permeado hace tiempo la iglesia. Por eso, el pecado, o en positivo, la santidad de Dios brillará por su ausencia en una iglesia que es pasiva y no disciplina el pecado. La cura ante tal enfermedad está en limpiar la levadura (5:7); en ser una congregación que llama al pecado “pecado”, y es intolerante con ello. En ser una congregación que busca ser santa y limpia. ¿La motivación? Cristo. Él fue sacrificado para comprar una iglesia santa y pura. ¡Que la iglesia sea activa en buscar la santidad que Cristo compro!

Quinta Marca: racionalización

Hablando de pecado, una iglesia que lo tolera va a racionalizarlo. Va a argumentar y excusarse diciendo que tal o cual mandamiento era una imposición cultural. O que se trataba de una prescripción para aquel tiempo. O que, realmente no significa eso. O… ¡que no es para tanto! Los corintios racionalizaban el pecado. Ellos tenían sus lemas: “todas las cosas me son lícitas” (6:12); “los alimentos son para el estómago” (v.13). Pablo tiene que contestar a la enfermedad de la racionalización porque ellos excusaban así su inmoralidad sexual. Decían: “si satisfago mi cuerpo comiendo cuando quiero, me es lícito tener relaciones sexuales cuando quiera”. Pablo responde de nuevo con Cristo, v.17: “quien se une al Señor, es un espíritu con Él”. En otras palabras, racionalizar, excusar el pecado es un terrible pecado porque convierte nuestra libertad en Cristo en permisividad e insulta a un Señor Jesús y a su Espíritu Santo (v.19) que habitan en nosotros. La solución es glorificar como iglesia al Dios trino en cuerpo y espíritu porque ambos han sido comprados por Él (6:20)

Sexta Marca: mundanalidad

Esta marca bien englobaría todos los males que los corintios acusaban en la iglesia. La cosmovisión pagana corintia se había introducido como un tsunami en esta congregación, de ahí sus divisiones, su tolerancia al pecado, de ahí su orgullo. El mundo empapaba (3:4) la Primera Iglesia Evangélica de Corinto y, como no podía ser menos, esto afectaba también a los matrimonios. Por eso, Pablo aborda el problema en el capítulo 7 corrigiendo decisiones imprudentes (celibato dentro del matrimonio) ante la realidad de unos creyentes que no veían con malos ojos el pecado de la fornicación. La mundanalidad sale a la luz en una iglesia tanto por la prevalencia del pecado como en la búsqueda de “soluciones” pragmáticas, de tiritas humanas, en lugar de ir a corazón del problema. Y el problema en el capítulo 7 era una falta de contentamiento en Cristo (7:7, 17). Aprender a vivir contento, satisfecho con lo que Él designa para cada uno en Su perfecta voluntad es el remedio para poner los ojos en Cristo y apartarlos del mundo.

Séptima Marca: individualismo  

Este acusado problema, manifestado en diversas áreas de la congregación, es tratado por Pablo en los capítulos 8 al 10. Lo que quiere corregir es que ellos han de dejar de pensar en sí mismos y comenzar a pensar en la iglesia. El pasaje, Pablo exhorta a no ser piedra de tropiezo a un hermano que, viniendo de otro contexto, pecará en su conciencia comiendo carne ofrecida a los ídolos paganos en el templo. Ciertamente, Pablo enseña que tenemos libertad en Cristo de hacer muchas cosas, pero él había decidido no obtener compensación económica por predicar, aunque tenía derecho a ello (9:18). Asimismo, él tiene la convicción de “no comer carne jamás, para no hacer tropezar a [su] hermano” (8:13).

Qué increíble, ¿no? En un momento de la historia donde la bandera de los derechos y libertades personales está izada en cada ayuntamiento, la Palabra nos enseña que el amor a Cristo ha de motivarnos a morir a nosotros mismos y preferir al hermano y a la iglesia.

Octava Marca: desprecio

Esto es lo contrario al amor. Y el amor es un tema fundamental en los capítulos 11 al 16. Los corintios estaban despreciando la relación jerárquica entre Cristo, el hombre, y la mujer, cambiando los roles (11:3-15). Están despreciándose en pleno culto debido a sus diferencias sociales o económicas (11:17-34); están despreciando a los hermanos que tienen dones menos espectaculares (12); despreciando el uso piadoso de tales dones y despreciando el orden de Dios (14:40). Incluso, despreciando (capítulo 16), no dando con generosidad, aunque podían. Por eso Pablo se centrará en el amor en el famoso capitulo 13. El amor debe de permear cada poro de una iglesia que es “uno” (12:12-13), debido a que todos somos miembros de ese cuerpo de Cristo y gracias a Cristo (12:27).

Novena Marca: terquedad

Pablo ya les había explicado el evangelio al completo (15:2-8). Pero algunos obstinados, impregnados de mundanalidad griega, se negaban a aceptar la doctrina de la resurrección (v.13). Pablo contesta extensamente con este glorioso capítulo que explica cómo la resurrección de Cristo ha comprado nuestra salvación y futura resurrección. Él los amonesta llamándoles a dejar de ser ignorantes debido a su estupor espiritual.

Una iglesia enferma de terquedad va a aparcar la docilidad y a ser obstinada ante la enseñanza de la Palabra. aunque sea una pequeña parte. Esto trae como consecuencia, no sólo ignorancia espiritual, si no, peor aún, muestra un corazón que no quiere someterse a Cristo y su Palabra. La iglesia debe de caer rendida ante el texto inspirado por el Espíritu de Dios.

No sé si Eeyore estaría de acuerdo con estas nueve marcas. Pero lo cierto es que, el lector mínimamente avispado habrá identificado que, sí, aunque el vaso comienza medio vacío, en cada una de ellas hay razones para hacerse ilusiones porque Cristo es, indiscutiblemente, la solución de toda actitud pecaminosa en el corazón de cada creyente, sea corintio o sea leonés.

Tan Molina

Autor Tan Molina

Es pastor de la Iglesia Bíblica de Santiago y es profesor del Seminario Berea.

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