Existen multitud de apellidos para la iglesia de Cristo. Pero, ¿podemos afirmar que todas son la iglesia de Cristo? ¿Es el plan de Cristo que existan tantas iglesias diferentes entre sí? Al observar con detenimiento el Nuevo Testamento, la respuesta es obvia: ¡No! La realidad actual de la iglesia cristiana demuestra que muchas no están siendo fieles al Señor de la iglesia. ¿Cómo podemos entonces identificar a una iglesia que es fiel a Cristo? Ya sea que formes parte del liderazgo espiritual de una iglesia local, o de la congregación de una iglesia local, necesitas reflexionar y examinar tu iglesia a la luz de lo que Cristo espera de Su iglesia. Por eso, en este artículo quisiera responder a esta pregunta: ¿Cómo identificamos una iglesia fiel? El Nuevo Testamento nos presenta tres pruebas precisas:

  1. Una iglesia fiel es aquella que proclama a Cristo.

Es aquella que tiene un compromiso exclusivo con el Evangelio. No hay multitud de caminos que llevan a la salvación. Sólo hay un nombre. Esto es lo que el apóstol Pedro afirmó al comienzo de la iglesia de Cristo (Hechos 4:12). El único salvador de los pecadores es aquel que vivió sin pecado, y murió en lugar del pecador. Es por esto que Pablo tenía una confianza indestructible en el Evangelio (Romanos 1:16). Es poder de Dios para salvación. Cualquier iglesia que no proclama la exclusividad de Cristo como Salvador es una iglesia infiel. Es una iglesia falsa, que igual tiene el apellido de “cristiana”, pero no es fiel a Cristo.

Pablo evidenció esta confianza exclusiva continuamente, como cuando llegó a Corinto proclamando el testimonio de Dios (1ª Corintios 2:1-2). Él proclamó a Cristo crucificado, porque la salvación solo es posible por medio de la vida perfecta que Cristo ofreció en la cruz del calvario. Una iglesia fiel predica a Cristo crucificado; proclama que sólo hay salvación en Cristo. Una iglesia fiel pone en alto el mensaje del Evangelio, sin maquillarlo ni distorsionarlo.

  1. Una iglesia fiel es que predica la Palabra de Cristo.

Es aquella iglesia que tiene un compromiso exclusivo con las Escrituras. Y ese compromiso lleva implícito la predicación y la enseñanza de las Escrituras. No hay otro medio, y no hay otro método. Siguiendo con el ejemplo de Pablo en Corinto, él les recordó a aquellos creyentes que la sabiduría de los hombres no puede compararse con la sabiduría de Dios (1ª Corintios 1:25), y echando mano de la ironía, defendió que la predicación, un método “necio” en la sabiduría humana de aquel tiempo, es precisamente el método que Dios escogió para “salvar a los que creen (1:21). Es preocupante observar como la suficiencia de las Escrituras es atacada en nuestros días, particularmente dentro de las iglesias. Observo un mensaje contradictorio en el que se afirma la suficiencia de las Escrituras con la boca, pero se niega con las acciones. Pero tristemente no es una sorpresa, porque Pablo ya se lo advirtió a su colaborador Timoteo, que en los últimos tiempos habría una “deserción” de la sana doctrina, para abrazar doctrinas humanas, para promover a los que predican sabiduría humana.

Por eso la solemne exhortación del apóstol a su compañero de milicias fue “predica la palabra, insiste a tiempo y fuera de tiempo…” (2ª Timoteo 4:2). La Palabra inspirada por Dios; la Palabra que da la sabiduría para la salvación; la Palabra que es útil para la santificación del creyente. Una iglesia fiel permanece atenta a los intentos sutiles del enemigo de introducir ideas de hombres en el seno de la iglesia; a los intentos dañinos de integrar la sabiduría de los hombres a la sabiduría de Dios. Es una necedad, porque “la necedad de Dios es más sabia que los hombres”. Una iglesia fiel predica exclusivamente la Palabra de Dios, sin quitar, ni cambiar, ni añadir nada. Una iglesia fiel pone en alto la predicación de las Escrituras.

  1. Una iglesia fiel es aquella que promueve la gloria del Señor de la iglesia.

Y lo hace por medio de un compromiso exclusivo con la exaltación de Su nombre. Volviendo a aquel momento en Hechos 4, al comienzo de la iglesia, y pocos momentos después de haber proclamado la exclusividad de Cristo como Salvador, Pedro también afirmó la exclusividad de Cristo como Señor, cuando después de que le prohibieran proclamar a Cristo ni enseñar en Su nombre, Pedro dijo, “…juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios.” (4:19). Aquella prohibición iba directamente en contra del mandato específico de Cristo a sus apóstoles. Y para ellos no había duda en cuanto a qué hacer.

Promover la gloria de Dios va mucho más allá de las canciones que cantamos, o de los ministerios que realizamos. Promover la gloria de Dios es demostrar con nuestras vidas que Él es Señor. Todo lo que hacemos lo hacemos para la gloria de Dios (1ª Corintios 10:31), para que se haga evidente por medio de nuestras vidas que nuestro Dios es digno, que nuestro Dios es sabio, que nuestro Dios es santo. Si nuestra motivación en todo lo que hacemos no es que Dios sea glorificado mediante Jesucristo (1ª Pedro 4:11), entonces no estamos siendo fieles como iglesia. Si nuestra prioridad no es que el Señor reciba la gloria que le pertenece, entonces seremos infieles. Porque una iglesia fiel promueve activa y exclusivamente la gloria de Cristo, asumiendo las posibles consecuencias de tal lealtad.

En el último libro de la Biblia encontramos una serie de mensajes que Cristo envió a siete iglesias en la provincia de Asia Menor. A una de ellas (Ap. 3:1) le dijo, “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto.” ¡Qué terrible declaración! ¿No es lo que Cristo diría a una iglesia que no está siendo fiel a su Señor? Examinemos humildemente nuestras iglesias para comprobar si estamos siendo fieles al Señor de la iglesia, si estamos proclamando a Cristo, predicando Su Palabra, y promoviendo Su Gloria, exclusivamente.

Jonatán Recamán

Autor Jonatán Recamán

Pastor en la Iglesia Evangélica de Pontevedra (España) y profesor del seminario Berea (León, España).

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