Hasta hace unos años el versículo que probablemente todo el mundo conocía fuese cristiano o no, era Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que envió Su Hijo unigénito para que todo aquel que crea en Él no se pierda más tenga vida eterna.” Sin embargo, recientemente, según el escritor y teólogo D.A. Carson, Mateo 7:1 ha reemplazado a este versículo de Juan. Puede ser que con sólo decir Mateo 7:1 no os deis cuenta del pasaje al que me refiero, pero estoy seguro de que tan pronto empiece a leerlo todos podréis citarlo de memoria. Mateo 7:1 dice: “No juzguéis para que no seáis juzgados.”

En el mundo en el que vivimos no me sorprende que esta frase se haya convertido en el versículo más citado. Los incrédulos la utilizan como escudo cuando los confrontas con su pecado, y algunos creyentes lo usan como comodín para justificar el suyo, pero todos ellos dicen: “¿quién eres tú para juzgarme?” Realmente, ¿es esto lo que significa Mateo 7:1? 

La verdad es que Jesús en ningún momento se refirió a tal cosa, pero debido a que Sus palabras se han retorcido tanto, especialmente en nuestros días, es importante entender bien qué quiso decir. El significado de este pasaje viene dominado por el contexto. Mateo 7:1 forma parte del Sermón del Monte, y desde el principio Jesús describe quienes heredaran el reino de los cielos. Algo importante que menciona en cuanto a estos salvos en Mateo 5:48 es que deben ser perfectos como su Padre celestial lo es. En este instante, Jesús con la vista clavada en los fariseos presentes que se creían perfectos, dice en Mateo 6:1 “cuidado con practicar vuestra perfección delante de los hombres para ser vistos por ellos.” En otras palabras: “no seáis hipócritas como estos fariseos porque ellos practican su justicia para buscar la gloria de los hombres.”A partir de este momento Cristo contrasta la verdadera perfección de los que son salvos con la hipocresía de los fariseos y su falsa justicia. 

En Mateo 6:2-4, los hipócritas ofrendan para ser alabados por los hombres, los creyentes lo hacen en secreto para Dios. En los versículos 5-15 del mismo capítulo, los hipócritas oran para que los demás se fijen en ellos, mientras que, los creyentes lo hacen como hijos que dependen de Su Padre celestial. En Mateo 6:16-18 Jesús dice que hipócritas ayunan desfigurando su rostro para que los demás lo sepan, los creyentes lo disimulan porque lo hacen para Dios. Después en los versículos 19 al 34 vemos cómo los hipócritas aman el dinero y los creyentes buscan el reino de Dios en vez del dinero.

Finalmente, llegamos a Mateo 7:1, “No juzguéis, para que no seáis juzgados.” 

A la luz de los contrastes anteriores la idea de sería: “No juzguéis como los hipócritas para que no seáis juzgados como hipócritas.” De hecho, si seguimos leyendo veremos como Jesús sigue hablando de hipócritas y creyentes, versículos 2 al 5: “Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá. ¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: «Déjame sacarte la mota del ojo», cuando la viga está en tu ojo?” Y ahora, importante, el versículo 5: “¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano.”

Entender lo que está sucediendo desde el comienzo del capítulo 6 es esencial para interpretar adecuadamente Mateo 7:1. Jesús no está prohibiendo que no juzguemos a los demás, sino que lo que afirma es que si lo hacemos no seamos hipócritas al hacerlo. Entonces, ahora deberían surgir dos preguntas. La primera: ¿qué es juzgar? Y la segunda ¿cómo juzga un hipócrita? 

La palabra juzgar significa examinar una situación para llegar a una conclusión moral, o sea, determinar si algo está bien o mal.

Ahora bien, ¿cómo hacen este juicio los fariseos o hipócritas Versículos 3 al 4: “¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: «Déjame sacarte la mota del ojo», cuando la viga está en tu ojo?” Creo que todos entendemos bien la imagen gráfica de Jesús.  Un hipócrita es un ciego que se acerca a un tuerto cuando quiere cruzar la calle y le dice: “sígueme porque yo veo.” En este contexto el hipócrita es la persona que viene a nosotros para ayudarnos a lidiar con nuestro pecado sin desear lidiar con el suyo. Es decir, es alguien que tiene un travesaño clavado en el ojo, lo sabe y aun así no se lo quiere quitar, pero se cree que ve lo suficientemente bien como para ayudarnos con la pequeña mota de nuestro ojo.

Este versículo no significa que hasta que no haya pecado en nuestras vidas no podemos juzgar a los demás, eso sería imposible. Sino que a lo que se refiere es que para que no recibamos un juicio más duro debemos ser justos y honestos con todos, no hipócritas. En otras palabras, si yo voy a confrontar el pecado de un hermano es porque estoy confrontando el mío propio. Un padre que disciplina a su hijo por no respetar a su madre, pero luego no está dispuesto a amar a su esposa como Cristo ama a la iglesia es un hipócrita. Una madre que corrige a su hija por no obedecerla, pero no quiere someterse a su marido es una hipócrita. Un hermano que confronta a otros con su pecado en privado, pero tan pronto termina de hacerlo se lo dice a los demás es un hipócrita. Todos estos ejemplos describen situaciones de personas que buscan corregir el pecado de otros, siendo conscientes de que ellos mismos están en pecado, y aun así no quieren abandonarlo. Eso es lo que hacían los fariseos y es lo que hacen los hipócritas.

Mateo 7:1 prohíbe juzgar de esta forma, pero no prohíbe juzgar. El versículo 5 lo demuestra claramente: “¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano.” Fijaos que Jesús no dice: “¡Hipócrita! ¡No juzgues!” sino que sus palabras son: “¡Hipócrita! Lidia primero con tu pecado para que puedas ver con claridad y lidiar con él de los demás.”

Una vez que nos hemos quitado la viga de nuestro ojo podemos y debemos ir a nuestros hermanos y ayudarles con su pecado. Sin embargo, en ese caso, como somos conscientes de nuestra lucha, lo haremos no como un hipócrita, sino que será con amor, y gracia. No arrancamos tiritas. Se trata de llevar acabo una cirugía de alto riesgo en los ojos de otra persona. Algo que requiere de mucha delicadeza, y cuidado. Lo que buscamos es restaurar al hermano, reconociendo que nosotros también podríamos caer en el mismo pecado. Por lo tanto, no nos escandalizamos, ni tampoco nos enorgullecemos pensando que somos mejores. Sino que, con mucha paciencia, gran compasión, ternura, y humildad caminamos con ellos paso a paso, ayudándoles a que lidien con el pecado a medida que nosotros lidiamos con el nuestro.

Hermanos no caigamos en la trampa del mundo de pensar que Mateo 7:1 nos obliga a hacer la vista gorda con el pecado. No es verdad, debemos ser tajantes con el pecado, y examinar o juzgar si nosotros u otro hermano está en pecado. Pero, por otro lado, no juzguemos como los hipócritas, si vamos a meter nuestros dedos en la llaga de otras personas, que sea porque antes estamos matando al pecado en nuestra vida.  Termino con una cita del predicador John Stott, sobre el peligro de juzgar a otros como hipócritas: “Juzgar con hipocresía es asumir un rol de juez que no nos corresponde, es, de hecho, jugar a ser Dios.”

Rubén Videira

Autor Rubén Videira

Decano académico de Seminario Berea. Profesor de exégesis. Master en Divinidad y Teología.

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