En 1956, un grupo de húngaros con mucha audacia, buscó soliviantar la opresión que tenían en la tiranía soviética. A pesar de la valentía de los húngaros, el ejército soviético combatió sin piedad a estos hombres y unos 200.000 húngaros se vieron en la necesidad de huir hacia Occidente. Uno de estos refugiados finalmente se convirtió en profesor en la Universidad de Temple, en Filadelfia, tras haber abandonado su puesto en la Universidad de Budapest. Poco después de comenzar su enseñanza en Filadelfia, el erudito húngaro preguntó en una clase de estudiantes ministeriales: “¿Por qué los pastores estadounidenses presentan sus sermones con una broma?” Indicó que los húngaros no tolerarían tal superficialidad en el púlpito, porque allí los cristianos toman en serio la Palabra de Dios. Como reprimenda a los predicadores estadounidenses, el profesor exhortó a sus alumnos a que se dieran cuenta de que la iglesia no es un teatro, el púlpito no es un escenario y, por lo tanto, el predicador no debe ser un actor. En otras palabras, la predicación es algo serio.

La Biblia no llama a los Pastores ni a los predicadores a entretener, ni hacer reír, ni a poner nuestra propia agenda. Nos llama a proclamar el mensaje de Dios. La palabra principal para predicar en el Nuevo Testamento es kerusso.[2] Este término, significa “hacer declaraciones públicas, proclamar en voz alta”.[3] “Anunciar de manera formal u oficial por medio de un heraldo o alguien que funciona como un heraldo”.[4]  Predicar entonces es el acto por medio del cual se proclama el mensaje de parte de Dios. La verdad de Dios es proclamada cuando la Palabra de Dios es predicada.

Todo aquel que dice tener el llamado a predicar, debe considerar la importancia de tal llamado. En la iglesia primitiva, la predicación tenía una posición de primacía. Los apóstoles guiados por el Espíritu Santo, exhortaron a los creyentes a entender la relevancia del acto y por lo tanto del llamado a la predicación. Unos de los textos que más claramente demuestra esto en 2 Timoteo 4:1-5:

1En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por Su manifestación y por Su reino te encargo solemnemente: 2Predica la palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción. 3Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, conforme a sus propios deseos, acumularán para sí maestros, 4 y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a los mitos. 5 Pero tú, sé sobrio en todas las cosas, sufre penalidades, haz el trabajo de un evangelista, cumple tu ministerio.

En este pasaje podemos ver dos verdades trascendentales sobre el llamado a la predicación.

1. La seriedad del llamado a la predicación

La palabra traducida “encarezco” habla de exhortar con autoridad en asuntos de extraordinaria importancia (1 Tim. 5:21; 2 Tim. 2:14).[5] Tiene la idea de dar una orden o mandato contundente. Trae consigo la seriedad, responsabilidad, compromiso y peso del mandato. Con esta palabra Pablo primero quiere que el joven predicador Timoteo comprenda la seriedad del llamado de Dios a predicar.

A esto, Pablo le añade un vocablo con un matiz legal. Como si está encomendando a Timoteo ante un tribunal de justicia. Pablo quiere que Timoteo entienda que su llamado y labor a predicar es delante de Dios. Él es testigo de todo lo que hacemos. Por supuesto, no es que un creyente viva o ministre alguna vez sin la presencia del Padre y del Espíritu Santo. Pero Pablo aquí enfatiza la responsabilidad única del creyente ante el Hijo, no como Salvador y Señor, sino como Juez. El punto es que todo ministro que es llamado por Cristo Jesús, el Hijo, ministra constantemente bajo el escrutinio omnisciente de Su presencia divina.

Charles Spurgeon quien ministró fielmente en una época donde había muchos púlpitos vacilantes no comprometidos con la predicación fiel, dijo lo siguiente: «El verdadero embajador de Cristo siente que él mismo está ante Dios y tiene que tratar con almas en lugar de Dios como siervo de Dios, y está en un lugar solemne, un lugar en el que la infidelidad es inhumanidad hacia el hombre, así como traición a Dios».[6]

2. La urgencia del llamado a la predicación

Este énfasis de Pablo no solo hace ver a Timoteo que, como ministro, él solo será juzgado por su labor, sino que también aquellos a quienes ministra serán juzgandos a la vez por Dios. Pablo está llamando a Timoteo frente al banco judicial de Dios y lo está comisionando bajo juramento de la seria tarea de proclamar la Palabra de Dios a aquellos que también algún día se pararán frente a ese banco para el juicio de Cristo Jesús, quien regresará para reinar sobre todos.

Cada predicador debe recordar que la predicación no es un fin en sí mismo. No solo se trata de interpretación y oratoria. La predicación es un medio para un fin, y eso es que el trino Dio sea glorificado por medio de la salvación de los suyos. Por lo tanto, la predicación es un alma rogándole a otra: “¡Reconcíliate con Dios!” (2 Corintios 5:20). La gloria de Dios, que nos mueve a tener compasión por los perdidos, crea pasión en nuestra predicación.

Lloyd-Jones enfatiza en esto cuando escribe: “Amar la predicación es una cosa, amar a aquellos a quienes predicamos es otra muy distinta. El problema con algunos de nosotros es que amamos la predicación, pero no siempre tenemos cuidado de asegurarnos de amar a las personas a las que realmente les estamos predicando. Si te falta este elemento de compasión por la gente, también te faltará el patetismo, que es un elemento muy vital en toda predicación verdadera”.[7]

Reflexionando poéticamente sobre la urgencia y la centralidad de la predicación, el pastor puritano Richard Baxter comentó una vez: «Predico como si nunca volviera a predicar, y como un moribundo a hombres moribundos».[8] Con una expresión vívida y un sentido de la gravedad del evangelio, Baxter entendió que la predicación es literalmente un asunto de vida o muerte. La eternidad pende de un hilo mientras el predicador proclama la Palabra.

Spurgeon y Baxter entendieron el peligroso mandato del predicador y, por lo tanto, fueron llevados a la Biblia como su única autoridad y mensaje. Dejaron sus púlpitos temblando con una preocupación urgente por las almas de sus oyentes y plenamente conscientes de su responsabilidad ante Dios por predicar Su Palabra, y solo Su Palabra.

¿Qué nos queda a nosotros –predicadores contemporáneos? Debemos siempre recordar que la predicación ejerce un lugar de primacía en la vida de la iglesia. El anuncio de la Palabra de Dios en el contexto eclesial no debe ser asumido, minimizado o relegado a algo que simplemente es tolerable. Más bien, la predicación tiene una función gloriosa y continua que tiene una relevancia duradera en el mundo. Dios ha hablado y debemos aferramos a cada una de sus palabras. Después de todo, «No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».[9]

 


 

[1] Puedes leer la primera parte aquí

[2] Esta no es la única palabra en el NT con respecto a predicar. Otras palabras incluyen euangelizō y paradidomi, por ejemplo.

[3] W. Bauer, F. W. Danker, W. F. Arndt, and F. W. Gingrich, eds., A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Chicago: University of Chicago Press, 2000), 543.

[4] Johannes P. Louw and Eugene A. Nida, eds., Greek-English Lexicon of the New Testament: Based on Semantic Domains (New York: United Bible Societies, 1989), 412.

[5] Arndt, Danker, y Bauer, A Greek-English Lexicon, 233.

[6] C. H. Spurgeon, «Negotiations for Peace: A Sermon Delivered on the Lord’s-Day Evening, September 18, 1870,» in The Metropolitan Tabernacle Pulpit, vol. 16 (Pasadena, TX: Pilgrim Publications, 1983).

[7] Martyn Lloyd-Jones, Preaching and Preachers (Grand Rapids: Zondervan, 1971), 92.

[8] Richard Baxter, The Poetical Fragments of Richard Baxter, 4th edition (London: Pickering, 1821), 35.

[9]Mateo 4:4 con Deuteronomio 8:3 como antecedente.

Ángel Cardoza

Autor Ángel Cardoza

Casado con Yamel y tienen cinco hijos, obtuvo su doctorado en predicación en The Master´s Seminary y es pastor de la Iglesia Cristiana de la Comunidad (República Dominicana)

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