El 9 de noviembre de 1967 aparecía el primer número de una revista quincenal única en su momento: Rolling Stone. Jann Wenner veía que no existía un periodismo musical riguroso. Durante un concierto, Wenner conoció a Ralph J. Gleason, un crítico de jazz del “San Francisco Chronicle“. Gleason fue el intelectual que Wenner necesitaba para su revista. Así nació esta revista que perdura hoy en día, y que, además de por sus artículos musicales, es conocida por sus listas. Hace algo más de 20 años publicó una lista con las “500 mejores canciones de todos los tiempos”. Y el año pasado, llegó el momento de actualizar esta lista. Para la nueva selección, la publicación convocó a más de 250 artistas, músicos y productores, junto con críticos y periodistas de la industria musical. Cada uno envió una lista con sus 50 mejores canciones. La lista inicial constaba de 4.000 canciones, que se redujeron a 500. Y las 10 primeras, por orden, son:

  1. Respect, de Aretha Franklin (1967)
  2. Fight the power, de Public Enemy (1989)
  3. A change is gonna come, de Sam Cooke (1964)
  4. Like a rolling stone, de Bob Dylan (1965)
  5. Smells like a teen spirit, de Nirvana (1991)
  6. What’s going on, de Marvin Gaye (1971)
  7. Strawberry fields forever, de The Beatles (1967)
  8. Get ur freak on, de Missy Elliott (2001)
  9. Dreams, de Fleetwood Mac (1977)
  10. Hey ya!, de Outkasst (2003)

Evidentemente, es muy discutible el gusto musical de estos críticos. Pero lo que sorprende aún más es que no aparezca ningún salmo entre las 10 mejores canciones de todos los tiempos, sobre todo porque el libro de los Salmos contiene las canciones de autores diversos unidos con el fin de llevar al lector a la ADORACIÓN a Dios. David escribió muchos (73 en total), Asaf (12), los hijos de Coré (10). Hay otros autores conocidos, como Salomón o Moisés, autor del Salmo 90, el más antiguo, compuesto en el 1400 a.C. Pero hay otros muchos de ellos que son anónimos (50 en total). El libro de los Salmo se escribió durante un periodo extenso de cerca de 1.000 años (desde el año 1400 hasta el s. V a.C). El libro de los salmos está dividido en cinco libros y la agrupación se corresponde con el autor: Salmos 1-41, en su mayoría son de David; 42-72 de Asaf; 73-89 de David y los hijos de Coré; 90-106 anónimos; 107-150 de David y anónimos. Sin embargo, el Espíritu Santo escogió el Salmo 1 para ser la entrada al salterio de la Biblia.

A pesar de no conocer al autor del primer salmo, como tampoco el momento en el que se escribió cuando se recopilaron los salmos, éste fue el elegido para ocupar el primer puesto. Al igual que sucede con el salmo 111 y el 112, que se conocen como “los gemelos”, el salmo 1 y el 2 proporcionan el tono para el resto de los salmos; bien desde la perspectiva personal (Sal. 1), bien desde la perspectiva nacional (Sal. 2). Así que te animo a leer este salmo prestando atención a los contrastes que presenta y, especialmente a su objetivo: dar a conocer la concepción divina de la humanidad. El Salmo 1 te ayuda a categorizar a los hombres tal y como lo hace Dios, con dos categorías definidas: el bienaventurado y el impío. Son dos caminos contrastados y diametralmente opuestos, especialmente en lo relacionado con su final eterno.

¿En qué grupo estás? El primer lugar lo ocupa el bienaventurado (vv. 1-3). Y, en segundo lugar, los impíos (vv. 4-6). El fin de este artículo es que hagas del Salmo 1 la mejor canción de tu vida al entrar en el grupo adecuado. ¿Qué características tiene cada grupo? ¿Puedo llegar al grupo correcto? Son preguntas que el autor responde en el salmo.

El salmo comienza con el bienaventurado, y afirma que lo es un grado superlativo: MUCHO. Es una construcción que no podemos hacer en castellano, pero que sería: “cuantos” bienaventurado es el hombre. Es mucho, muy abundantemente bienaventurado. ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo? Porque está en paz con Dios, está a bien con Dios. Es un gozo, una felicidad que no depende de las circunstancias que vives. Es un gozo que no se mide en la cantidad de ceros a la derecha que hay en la cuenta de tu banco, ni en tu salud física, ni en tu desarrollo profesional, ni en tu “realización”, ni en las metas conseguidas… sino que es espiritual.

¿Qué características tiene “el hombre bienaventurado”? Es curioso observar como el autor comienza con tres grupos negativos, seguidos de tres verbos que denotan que es una característica que NUNCA ha tenido en el pasado, como tampoco tiene ahora en el presente. El autor comienza con lo negativo para enfatizar el contraste abiertamente opuesto que existe entre el bienaventurado con los impíos. Este contraste aumenta según avanzas en el versículo uno, porque los verbos (andar, detenerse, sentarse), los objetos (consejo, camino, silla) y los adjetivos (impíos, pecadores, escarnecedores) completan una espiral negativa que va de mal en peor, como sucedió en el tiempo de los jueces.

¿Te reconoces en alguno de estos estadios? ¿Estás en alguna de estas esferas? ¿Pides consejo, caminas como ellos o formas parte de los impíos? Mírate, examínate, porque si quieres vivir en el mundo sin formar parte del mundo, tu aliado no es el impío, el pecador o el escarnecedor. Tu aliado aparece en el versículo 2: “la ley del Señor”. ¿Vives de acuerdo con la ley de Dios o de acuerdo con la ley de los hombres? ¿Cómo puedes “meditar de día y de noche”? La idea de meditar es onomatopéyica, es decir, es una palabra que se escribe como suena. Este meditar es: “hmmm” y se emplea también cuando un animal rumia, como la vaca: La rumia consiste en una regurgitación del bolo alimenticio desde el retículo a la boca, donde vuelven a masticar lentamente la hierba ingerida anteriormente hasta que está perfectamente triturada. Este proceso lo realizan cuando están en reposo. Como una vaca que rumia, debes reflexionar, tener presente, filtrar todo por esta lente de la ley de Dios. Para eso te puede ayudar memorizar, o gracias a las tecnologías, volver a escuchar un mensaje, formar parte de grupos de discipulado que te ayuden a estudiar, a estar, a vivir en la Palabra. Puedes hacer las labores de la casa y escuchar una predicación; puedes conducir y escuchar una predicación.

Y el versículo 3 presenta los beneficios actuales, reales, terrenales del bienaventurado. Es importante señalar el contexto, porque los beneficios son espirituales, no materiales. Cuando meditas, cuando estas saturado, empapado por ese canal de agua, espiritualmente continúas creciendo, prosperas en todos los aspectos espirituales. Dios es quien te provee este éxito por medio de su Palabra. Frente al aparente éxito terrenal del impío, un éxito efímero, temporal, el que está en la Palabra, prospera, en espiritualmente todo. De hecho, sigue prosperando.

Este es el contraste del bienaventurado frente a los impíos. ¿A qué grupo perteneces? ¿Has sido trasplantado junto al canal de agua? Si estás con los impíos, ¡no sigas! El autor te va a hablar de ellos, de los que forman parte del segundo grupo, en la segunda parte del salmo, que veremos en otra ocasión. Pero hasta aquí, ya conoces a los bienaventurados. Y para ser un bienaventurado, debes de venir a Cristo. Pablo lo explica así: Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios! Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:20-21). Y si has sido trasplantado y estás en Cristo, vive como un bienaventurado. ¿Ves el error garrafal que supone seguir el andar, detenerse, sentarse; consejo, camino, silla; impío, pecador, escarnecedor cuando tienes el canal de agua a mano? Medita, llénate, empápate de su Palabra.

Este post comenzó poniendo en duda el gusto musical de los 250 artistas, músicos y productores, junto con críticos y periodistas de la industria musical que confeccionaron esta lista. Y ahora, sin duda, el post termina confirmando su mal gusto, porque es Daddy Yankee y su canción de 2010 «Gasolina», la que ocupa el puesto 50, siendo la canción en español que más alto llegó en la lista. Yo me quedo con el Salmo 1 y el bienaventurado… ¿y tú?

Daniel Corral

Autor Daniel Corral

Sirve al Señor en una iglesia en Pontevedra y es profesor en el Seminario Berea (León, España).

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